jueves, 28 de junio de 2012

1 Co 4,1



"Que nos tengan como administradores de los misterios de Dios...”
(1 Co 4,1).

“Verbum Dei, te pongo como mi administrador”: como administrador de lo más sagrado, de su poder, de su gracia, como administrador de las cosas de Dios… “en tus manos te pongo todo”.
El poder tan grande de la palabra de Dios predicada, que transforma al hombre, que lo convierte a Dios, que lo orienta, que le guía, que le da luz, que le interpela, que lo introduce en la vida divina, en la vida inmortal, le da la posibilidad de vivir con una calidad de amor...
¡La Palabra ha transformado por siglos! ¡Por generaciones! ¡En diferentes culturas e idiomas, en diferentes épocas! ¡Ha revolucionado vidas!
Es la Palabra que llega a todos los hombres, de todas las épocas:
Cambiarán muchas cosas, habrá muchos métodos, pero NINGUNO COMO LA PALABRA, NO HABRÁ COSA QUE LE SUPERE: "Al principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la palabra era Dios" (1Jn 1,1).

Por eso no habrá otro método que tenga más fuerza que la Palabra de Dios.
Es un poder sobrenatural, es un poder divino, es un poder de lo alto, es un poder que redime al hombre, que le salva.
Dios rescata lo que parece imposible rescatar. Dios es capaz de hacer de un pecador, un santo.
Tenemos en nuestras manos lo que hace posible el reino: eso que humanamente es imposible, eso que es difícil, eso que muchos buscan, eso que todos buscan, eso que no saben cómo, eso que los hombres sueñan… lo anhelan, lo reclaman, lo exigen, lo necesitan...
Reconozcamos que somos administradores de los misterios de Dios, que tantos millones de jóvenes, señoras, señores, niños, matrimonios, consagrados, esperan recibir en todo el mundo.
Que podamos ser buenos administradores de lo que Dios ha puesto en nuestras manos y reconocer lo grande de la predicación, la fuerza tan grande que tiene la Palabra de Dios.




lunes, 25 de junio de 2012

2 Corintios 5, 20



"Somos, pues, embajadores de Cristo, y es como si Dios mismo los exhortara por medio de nosotros" 
(2 Co 5,20).


Esto es la evangelización, esto es la predicación, esto es el Verbum Dei.
Dios exhortándoles a través nuestro
Dios hablándoles a través nuestro
Dios orientándoles a través nuestro…
y siempre es en tiempo presente. 

La evangelización es revelar el rostro de Dios, dar a conocer el rostro de Dios, a través de la predicación por la Palabra.

Cuando tomamos una foto y se la mostramos a los demás, ellos pueden ver nítidamente lo que nosotros tomamos, tal y cual, les hacemos participes, de lo que nos ha agradado. De igual modo, la predicación es revelar  el rostro de Dios, lo que sueña, sus proyectos, sus deseos, su amor misericordioso...

 ¡Hemos visto a lo largo de tantos siglos la fuerza que tiene la palabra de Dios!

"A cuantos la recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre, les dio capacidad de ser hijo de Dios..." (Jn 1,12-13).

Nosotros somos testigos de ese poder y lo hemos visto constantemente en todo tipo de personas, y si somos fieles lo seguiremos viendo.

Es el milagro más grande, lo  estamos viendo constantemente y palpando, cómo Dios actúa, y sigue actuando. ¿Que una persona cambie? ¿Cuántos no creen incluso que pueden cambiar? ¿Y cuando los demás tampoco creen? Muchos de los que estamos aquí nunca  nos imaginamos todo lo que íbamos a cambiar. Cuantas personas: señoras, jóvenes, profesionistas, gante sencilla, inteligente, ricos... Cada persona que forma el Verbum Dei, ya miembro interno, como externo, es un "milagro": es una muestra palpable del poder de Dios, es el poder de la Palabra, en el que Dios mismo ha tocado nuestra vida, nuestra  historia. ¡Toda la historia está repleta de testigos, de personas que han cambiado!

domingo, 24 de junio de 2012

Salmo 13, 6



 “Yo confío en tu amor, mi corazón se alegrará por tu salvación” (Sal 13,6)


Nuestra vida sólo se puede confiar por completo a Dios, quien no defrauda y en quien realmente nos podemos apoyar en todo tiempo.
Nos confiamos al Amor con mayúscula, nos confiamos en Alguien que es Amor cien por ciento puro, cien por ciento amor verdadero.
No fallará su Amor constante, un amor para siempre.
A prueba de infidelidad.
A prueba de mediocridad.
A prueba de tibieza.
A prueba de pecado.
Cien por ciento con todas las cualidades y las características de lo que es el amor verdadero, y a este amor me confío… con todo el peso de este Amor.
Nos podemos fiar de ti sin miedo, Señor, sin ningún resquicio de desconfianza.

viernes, 22 de junio de 2012

Juan 20, 10-18



“Mujer, ¿por qué lloras? 

Ella contestó: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó:

- Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién estás buscando?... Entonces Jesús le dijo: ¡María!
Ella se acercó a él y exclamó en arameo: ¡Rabboni! (que quiere decir “Maestro”) (Jn 20,10-18)

Tú, Jesús,  te le presentaste a ella, a una mujer, y a una pecadora, reconocida públicamente. A la que quizá significaría menos, incluso en el todo el grupo.
Ella te buscó con toda la pasión de su corazón, porque su pérdida era muy fuerte, su soledad, desolación, desconsolación, fue muy fuerte.
Jesús, tú no te olvidas de ninguno de los que has elegido, a cada uno te le presentas según su necesidad.
Tú te haces presente ahí en nuestra soledad, en ese volver a nuestras andadas, retroceder de miedo, en nuestro de dudar... justo en esos momentos te hiciste presente.
Gracias, Jesús, porque la muerte no tiene la última palabra, gracias porque el pecado no es lo último.
Gracias, porque nuestras luchas acaban con la resurrección.
Gracias, porque tú triunfaste.
Gracias, porque ganó el amor más que el odio.

Tomás, aunque tú mismo le dijiste que resucitarías, a la hora de la hora no te creyó; las situaciones de conflicto, de fracaso, le pudieron más…
Se le olvido que tú les habías dicho que resucitarías.
Así de incrédulo, tú ahí te le hiciste presente, ahí en su necesidad de verte, palparte, tocarte.
Jesús, tú partes incluso de lo que nuestro corazón reclama, quiere: el tocarte, el palpar que eras tú realmente; eso era lo único que deseaba, con eso le bastaba para creer en ti.
Nos invitas a vivir creyendo más en tus caminos.
Nos invitas a vivir creyendo más en tus propuestas.
Nos invitas a vivir creyendo más en tu palabra.
Nos invitas a vivir creyendo más en tu misión.
Gracias porque nada nos podrá separar de tu amor:
Ni la condena por parte de los otros.
Ni el que nos miren bien o mal.
Ni el que nos valoren o no.
Nada nos podrá separar de tu amor: Ni las acusaciones, ni los fallos, ni los fracasos, ni los límites, ni mi pecado, ni mis debilidades.
¡¡No hay nada que me pueda separar de ti!!

jueves, 21 de junio de 2012

Juan 19, 16-18



“…quien llevando a hombros su propia cruz…” 
(Jn 19,16-18)
Jesús asume todo mi proceso de vida, sin excluir nada de lo que yo viva.

Asumes, Señor, mi no sintonizar contigo profundamente.
Mi defenderme.
Mis caídas.
Mi dudar si podré llegar hasta el final…

Jesús asume de antemano todo mi proceso de vida.
Mis aciertos, mi entrega, y mi no entrega, mis “sí” y mis “no”.
Jesús nos dice que podemos llegar hasta el final porque él llegó.

Humillado:
Humillado hasta decir basta.
Despreciado.
No defendido.
Enjuiciado.
Jugaron sucio, pues se hizo por debajo.
Calumniado.

Tú, Señor, asumes todo nuestro proceso con todo lo que conlleva:
Con todo mi pecado.
Todos los rechazos hacia ti.
El no comulgar contigo.
Tú nos cargar por amor y con cariño.
No te pesa nuestra cruz.
A nosotros ¿cuántas veces nos pesa la vida del otro?
¿Cuánto nos pesan sus fallos?
¿Cuánto nos pesa su pecado?
¿Cuántas veces no somos capaces de soportar al otro?
Tú, Jesús, no nos cargas a regañadientes lo que has hecho por nosotros… lo hiciste porque nos amas, porque quieres que caminemos por aquellos caminos que dan vida, que salvan, que redimen.
Tú, Jesús, llevas a toda la humanidad, me llevas a mí, y a todos, incluso a los que todavía no nacen.
Tu camino Jesús, es camino hacia la resurrección.
Tú, Jesús, pasas por mentiroso.
Tú, Jesús, pasas por impostor
pecador
malhechor
Así quedaste ante todos.
Tú que nunca dijiste mentiras, pasaste por mentiroso.
Tú viviste lo que eras, y te llamaron impostor.
Tú no pecaste, y quedaste como pecador.
Así quedaste públicamente.
Esa fue la última imagen con la que se quedaron todos.
En ti descargaron toda la furia como si fueras un malhechor.
En el trayecto al calvario ¿cuántos insultos?
En camino al calvario ¿cuántos desprecios? ¿Cuánto odio hacia ti?
Y sigues asumiéndonos hasta el final, amándonos, cargando con nuestra propia cruz.
Jesús, para nada pensaste en ti en los últimos momentos de tu vida, ni en esas condiciones inhumanas indescriptibles, ni en esa necesidad vital que tú estabas viviendo.
Era justo, humano, ante tanto sufrimiento físico, que pensaras en ti, aunque sea un momento,  aunque sea en los peores momentos de sufrimiento.
Ni porque estabas agonizando pensaste en ti.
Yo, Jesús, estando sana o enferma, pienso en mí.
Tú pensaste en nosotros amándonos hasta el final.
Tus últimas palabras, amándonos.
Tu último aliento de vida, amándonos.
Tu última presencia entre nosotros, amándonos.
Lo que nos dejas es el amor.
Jesús, tú te pusiste en manos de pecadores totalmente, de los peores, y no rehusaste ponerte en sus manos.
Te hicieron trizas, añicos.
Te hicieron vivir el sufrimiento más inhumano.
Te quitaron el derecho fundamental de todo hombre, el derecho a la vida, el derecho a vivir.
¡Cuántos son privados de sus propios derechos!
¿A cuántos se les priva del derecho a vivir?
¿A cuántos han matado sin razón?
¿A cuántos han matado sin piedad?
¿A cuántos han matado cruelmente?
¿A cuántos han matado injustamente: campesinos, gente humilde, políticos, empresarios, jóvenes?
Te hiciste solidario con todos los sufrimientos humanos que el hombre puede vivir.
¡Tantas muertes inocentes a lo largo de toda la historia!
¡Cuántas masacres!
¡Cuántos que no tuvieron quien los defendiera!
Jesús, tú quisiste pasar por todas las situaciones por las que los seres humanos pasamos.
Tú quisiste pasar las peores situaciones, cargaste todas sobre ti, por amor a nosotros.
Por amor a cada hombre.
Te quisiste hacer solidario en todo con nosotros, hasta en lo peor de la vida humana, ¡libre y voluntariamente!
Tú aceptaste vivir por tu cuenta lo que nosotros, por nosotros mismos, no queremos; a lo que decimos un “no” rotundo.
¡Tú aceptaste todo sufrimiento inhumano!
¡No te quisiste defender ante el derecho más fundamental de la vida, que es precisamente el vivir!
Estabas en tus derechos de hacerlo y no lo hiciste.
Pudiéndolo hacer, no lo hiciste.
¡Dejaste que eso injusto lo hicieran en ti, sin protestar para nada, sin tomar odios, sin deseos de venganza!

miércoles, 20 de junio de 2012

Mateo 4




LAS TENTACIONES

(Mateo 4)

Jesús, fuiste probado en todo, igual a nosotros, las mismas tentaciones, y eso fue así constantemente en tu vida, y las pudiste vencer, por difíciles y duras que fueran.
Yo creo que tuviste muchas, justamente por toda la influencia que ibas a tener, por lo que iba  a suponer para toda la humanidad.
Y todas las venciste, por duras que fueran.
Tú descubriste que venían del tentador, que venían del mal.
Nosotros tenemos que tener cuidado, y no dar culto al mal, pues bajita la mano, si nos descuidamos, le damos o daremos culto.
Es tan sutil, que se nos cuela por donde menos pensamos.
El mal tiene dominados y bajo su poder a muchos hombres de la tierra.
En nuestra vida hay dos opciones: o el estar contigo, Dios, a tu favor, por tu causa, o a favor del mal.
¿A cuántos tiene el mal y no nos damos cuenta?
Vivimos para él y no nos damos cuenta.
¡Cuántos piensan que el maligno no existe, que el diablo no existe! Y sin embargo, están totalmente a su servicio.
El diablo, como león rugiente, anda buscando a quién devorar.” (Primera carta de Pedro).
¿A cuántas vidas consagradas no quiere devorar, hacerlas sucumbir? Mete cizaña, mete polémica, división, etc.
Nos tienta fuertemente, cuando menos lo pensamos, y en el momento más inesperado.
El diablo trabaja las 24 horas sin descansar, horario corrido, ofreciendo al hombre falsos paraísos, ofreciéndole los antivalores que acaban por destruir totalmente al hombre.
Aprobar la ley del placer a como dé lugar...
Aprobar la ley del aborto...
Aprobar la ley del mínimo esfuerzo... de la corrupción, de ser inauténticos.

Dejarnos llevar por Jesús o por el mal, da frutos muy distintos.
¡Qué frutos tan distintos nos dejan!
Jesús nos lleva a la plenitud,
al gozo profundo
a la armonía interior
a respirar la paz profunda del corazón:
Armonía con los otros
Templanza
Bondad
Servicio
Caridad para con el prójimo
Amor real hacia el otro
Donación total
Poner todos los talentos al servicio del otro
Sacamos lo mejor de nosotros
Nos hacemos más divinos

En cambio, el diablo saca de nosotros:
Divisiones
Ansias de dominio, poder, venganza, crueldad, maldad, desasosiego
Insatisfacción
Soledad
Amargura
Nos hace esclavos de todos
Malestar
Tristeza
Apatía
Indiferencia
Muerte
Egoísmo
Orgullo
Nos hace esclavos de todo
Nos hace esclavos de nosotros mismos

Mi reino no es de este mundo”, dice Jesús. Y en Jn 17,14-17: “ustedes no son del mundo como tampoco yo soy del mundo” .
Cuántas veces nos dejamos llevar por el mal, pero a la hora de la hora, le pedimos a Dio, que cambie el mal del mundo, nos asusta ver hasta dónde llega el mal, tanta crueldad.
Nos horroriza ver tanta maldad…
Queremos poner un freno a tanto mal, cuando en realidad es lo que cosechamos de lo que hemos sembrado nosotros mismos.
Y lo peor del caso, le achacamos a Dios tanto mal que hay en el mundo.
Le decimos a Dios, que por qué él no hace nada.
Le preguntamos por qué no lo impide.

EL MAL ESTÁ Y LO DEJAMOS ENTRAR LIBREMENTE, Y CUANDO HACE DE VERDAD ESTRAGOS EN NOSOTROS MISMOS, O EN NUESTRA FAMILIA, O EN NUESTRA SOCIEDAD, AHÍ SÍ QUE IMPLORAMOS QUE ACTÚE, LE SUPLICAMOS QUE CAMBIE LAS SITUACIONES, CUANDO EN REALIDAD LO RECHAZAMOS A LO DESCARADO.

M reino no es de este mundo”, dice Jesús.
Mi reino tiene otras categorías, otros valores, otro horizonte, otra meta. Otros caminos, otros parámetros, otros contenidos. Otros frutos, que se contraponen a los frutos de de la carne y del mundo.
Somos libres totalmente de tomar uno u otro.
Somos libres totalmente de escoger a quién le damos la vida.
Somos libres totalmente de cosechar unos frutos u otros.
Jesús es un hombre auténtico, pleno, feliz, realizado.
Jesús amigo del hombre, Jesús a favor del hombre .
El diablo enemigo del hombre.
El diablo destructor del hombre.

martes, 19 de junio de 2012

Juan 19, 25



"Mujer, ahí tienes a tu hijo... hijo, ahí tienes a tu madre..."

(Jn 19,25)

Jesús, nos diste a María, tu madre. Esta mujer sencilla, esta mujer que te crió, esta mujer abierta a Dios totalmente. Esta mujer disponible para Dios.
Nos diste a aquella que te educó, que te formó.
Ella que te vio crecer, ella que te vio madurar, ella que te vio entregarte, ella que te vio feliz; que te vio sufrir, gozar, reír, predicar... ella, que te vio morir.
En el momento de mayor agonía nos diste a María.
Nos diste a la que te dio la vida,
nos diste a la que te comprendió,
nos diste a ella que te supo amar.
Ella, que te conocía. Nos diste lo más grande que se puede tener en la tierra. Nos diste a tu madre porque sabías que la necesitaríamos. Ella que nos gesta en la vida sobrenatural, ella que sabe lo que Dios nos pide, ella que sabe lo que Dios sueña.
Ella que sabe de promesas cumplidas,
ella que sabe de sueños por realizar,
ella que sabe de luchas,
ella que sabe de cansancios,
ella que sabe de renuncias,
ella que creyó por encima del mal,
ella que sabe que no estamos solos,
ella que sabe de certezas,
ella que sabe esperarlo todo de Dios,
ella que sabe de ponerlo todo.
Mamá, tú eres capaz de ver en cada persona la capacidad de ser santo, ves detrás de un pecador la posibilidad de ser un santo; detrás de un cobarde un valiente; detrás de un miedoso un arriesgado;
detrás de un titubeante un decidido.
Tu mirada va más allá de lo que nosotros no vemos.
Tu mirada va más allá de nuestras miserias, tu mirada va más alla de nuestros límites, más allá de nuestras caídas.
Tu mirada va más allá de nuestros “no”.
Tu mirada va más allá de batallas, de pesimismos, de ir a medias.
Tú sabes hasta dónde podemos llegar, tú sabes la capacidad que tenemos de llegar lejos.
Tú conoces nuestro corazón, tú conoces nuestros anhelos de responderle a Dios.
Tú sabes todo lo que nos falta. tú sabes de imposibles, tú sabes de caminos no transitados.
Tú sabes de rutas, de senderos, de caminos llanos, tanto como de caminos pedregosos, difíciles...
Tú sabes de llamada, tú intuyes hasta dónde puede llegar nuestro amor a Jesús.
Tú nos amas como amaste a Jesús.
Tú nos acogiste como acogiste a Jesús.
Tú nos asumiste como tus hijos.
Tú nos asumiste con todo lo que somos y no somos.
Tú nos asumiste amándonos, no renegando por nuestras deficiencias, límites, cegueras...
En ti, Madre tienen, acogida todos los hombres; en tu corazón hay sitio para todos los hombres, en tu corazón hay un rincón para cada hijo tuyo.
En ti encontramos ese cariño de madre; tú que miras a los ojos, tu mirada es transparente, tu mirada es de cariño.
Gracias, Jesús, por darnos a María como madre.